El fenómeno de piel sensible es realmente frecuente, pues afecta a 1/3 de la población adulta.
Las mujeres (60 %) sufren de pieles sensibles en mayor medida que los hombres (40 %). Algunas pieles, además, tienen mayor propensión a la sensibilidad que otras, debido a factores familiares y genéticos, en particular las pieles claras, aunque el color de la piel no tiene nada que ver con su grado de sensibilidad.
La frecuencia con la que se presenta este problema muestra, sin embargo, una tendencia a disminuir con la edad.
Una piel sensible puede ser, también, una manifestación clínica de alguna patología del rostro como:
- rosácea
- eccema
- dermatitis seborreica
- alergia al sol
La falta de precaución al respecto de los factores que típicamente pueden desencadenar este fenómeno favorece no sólo su aparición. sino su agravamiento.
Tener piel sensible no tiene consecuencias psicológicas, aunque sí implica que ciertos momentos sean incómodos por las reacciones. Además, lidiar con otras patologías dermatológicas puede resultar más complicado, porque es fácil que los tratamientos locales sean poco tolerados.